En mayo de 2018 una encuesta de la consultora Kantar arrojaba unos números escalofriantes: 88 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año solo en Europa. Es decir, un tercio de todos los alimentos producidos para el consumo humano acaban en la basura.
Desperdicio alimentario en España
En España, según el Panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, solo el 18,9% de los hogares españoles consumen todo lo que compran. ¿Cómo se traduce esto? 1.325,9 millones de kilos anuales de alimentos ¡3,7 millones de kilos diarios! terminan en la basura de los hogares españoles.
El mismo país, España, en el que más de seis millones de personas sufren pobreza alimentaria por falta de recursos y el 10,7% de la población recibe ayuda de familiares, de entidades o de la Administración para acceder a la comida. Son los datos de 2022 facilitados por un estudio de la Universidad de Barcelona.
Desperdicio alimentario en el mundo
En EEUU una de cada seis personas no sabe si podrá comer cada día, mientras que el sector de la hostelería se deshace diariamente del 40% de la comida que produce.
La FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, indica que, «las pérdidas de alimentos representan un desperdicio de los recursos e insumos utilizados en la producción, como tierra, agua y energía, incrementando inútilmente las emisiones de gases de efecto invernadero».
En este contexto cabe apelar a la sostenibilidad social, un proceso para fomentar las relaciones y el uso colectivo de lo común, conciliando crecimiento económico, respeto ambiental y bienestar social al objeto de mantener una comunidad saludable y que provea de recursos a las generaciones futuras.
Es un gran plan, pero, ¿hay intención de cumplirlo? Aquí os dejamos experiencias que son más que promesas.
Cómo reducir el desperdicio de alimentos
El derroche de comida se está combatiendo con diversas iniciativas, tanto desde la empresa privada como de las propias administraciones públicas. Y, por supuesto, desde la conciencia individual. Estos son algunos ejemplos para la esperanza:
- Francia fue el primer país del mundo en lanzar una ley que penaliza el desperdicio de comida y obliga a las empresas del sector a donarla para fines sociales, a agricultores para alimentar animales o para compostaje. Muchos países han seguido su ejemplo con iniciativas orientadas a la donación de alimentos, los acuerdos con la industria alimentaria o el apoyo a organizaciones de recuperación y reparto de alimentos.
- El uso de la tecnología puede optimizar la cadena alimentaria para reducir los excedentes y aumentar las donaciones. Un ejemplo lo encontramos en EE.UU. con la app Food Cowboy. En Europa triunfa Too good to go, una app que nació en Dinamarca y que combate el desperdicio de alimentos bajo el hashtag #LaComidaNoSeTira. La aplicación permite que establecimientos como supermercados, restaurantes, panaderías, tiendas de comida preparada, hoteles, fruterías… puedan reducir su exceso de comida diario, vendiéndolo a un precio más reducido a través de la app.
- Aprovechar las mermas y subproductos de la parte agrícola de la transformación alimentaria de modo que cosas que acaban en vertederos, o se utilizan para alimentación animal, sean transformadas para reintroducirlas en la cadena alimentaria o en la industria cosmética o farmacológica. Es el caso de la start up Agrosingularity.
- El mediático y comprometido chef británico Jamie Oliver, junto a la firma de electrodomésticos Hotpoint, inició una campaña de concienciación, bajo el lema «Fresh Thinking for Forgotten Food«. Pusieron en marcha una cafetería efímera en la que los platos que se elaboraron estaban inspirados en los ingredientes que suelen tirar a la basura los hogares europeos.La recaudación fue donada a FoodCycle, la ONG británica que, mediante voluntarios, excedentes alimentarios y espacios libres en cocinas, logra crear menús de tres platos para personas en riesgo de exclusión social y soledad. Jamie Oliver sigue mojándose. Con su hijo, grabó un video para recomendar la campaña «Ugly Fruit & Veg» (Fruta y Vegetales Feos), promovida por el activista Jordan Figueredo. Las redes se volcaron con la propuesta. Y es que el movimiento “comida fea”, gana adeptos en todo el mundo. Su receta: aprovechar unos alimentos que poseen todas las garantías y todas las propiedades. Pueden ser feos, pero son buenos ¿y quién no? 😉
- Utilización de los residuos para generar biocombustible. En las cantinas de Vueling, y de la mano de la empresa de restauración colectiva Grupo Mediterránea, han puesto en marcha una serie de acciones que eviten el desperdicio de alimentos y frenen al máximo generar residuos. Así han implantado un sistema de revalorización circular que transforma el aceite de la cantina de la aerolínea en biodiésel. Pero Vueling ha ido más allá al integrar el servicio Avikor en el proceso de compra de billetes, potenciando así el uso de biocombustible de aviación (SAF) y la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera. La utilización de SAF reduce las emisiones de CO2 a la atmósfera hasta en un 80% con respecto al carburante convencional. Así que, a través de su acuerdo con Avikor, la aerolínea sigue acelerando su transición hacia un transporte neutro en carbono y más ecológico.
Como ya dijo en el siglo XVIII el químico Antoine Lavoisier : “La materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”. O, como indica Zaida Cristina Ortega Medina, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en The Conversation, “el objetivo último es copiar a los sistemas naturales, en los que no existen desechos: el residuo de un organismo es el alimento de otro”.